| Samantha_Katherina |
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Buenas Noches mis Hermosas Divas!!!!
Acabo de llegar a casa, y me apresuro a darles la próxima entrega de esta historia antes de que me convierta en calabaza jajaja.
Hoy llega un nuevo personaje: Se resolverá todo? o... empeorará las cosas??? ¡Ya veremos!!
Disfrútenlo!!!
CAPITULO II (Cuarta Parte)
Pareciera que por aquel callejón no había transitado un alma en años. Las paredes de los muros que los rodeaban estaban bañadas de una humedad pastosa, que ni siquiera el mismo invierno de ese año había logrado vencer.
Los dos hombres forcejeaban. El recién llegado resistía mientras su oponente lo presionaba contra la pared oprimiéndole el pecho con su antebrazo.
-¡Vamos! ¡Suéltame! ¡Soy tu amigo!
-¡No eres mi amigo! – respondió el cantante- ¡Nunca lo fuiste!
Mientras estaba inmovilizado, aquel sujeto logró liberar su mano izquierda, y de su bolsillo saco un pequeño cilindro de metal con un atomizador. Hábilmente lo llevó hasta los ojos de su oponente y lo presiono, era gas pimienta.
-Ahhhhh!!!! – se quejó llevando ambas manos hasta su rostro, lo que aprovechó el recién llegado quien lo empujo con fuerza hasta derribarlo.
-¡Maldita sea! ¿Aún continúas odiándome? ¡Soy yo! ¡Tu amigo Massimilliano Brini!
-¿Por qué nos estás haciendo esto Massimilliano? – le gritó furioso – ¡Te pasaste de la raya!
-¿Hacer qué? Solamente te he seguido hasta aquí.
-¿Cómo es posible que nos estés haciendo todo esto? ¿A mí? ¿A mis amigos? ¿A Sarah? ¡Dios! ¿Qué rayos te han hecho ellos?
-¡Basta! – dictaminó Brini- Comienza por calmarte. De lo que sea que me estés acusando, esta vez, sí soy inocente.
El cantante quedó perplejo, dudó por unos instantes. Conocía a Massimilliano Brini desde hace mucho tiempo; lo conocía muy bien; sabía que era capaz de cualquier cosa, pero, ciertamente, el matar aves y exponerlas como si fueran un espectáculo macabro, no era su estilo. Además, no se percibía olor a hierbas por ningún lado, así que sea quien fuese quien mato al cuervo a y a aquellas pobres avecillas, no era Brini.
Se sentó sobre el pavimento, los ojos le ardían demasiado a causa del gas pimienta. Brini sacó de su otro bolsillo un pañuelo y otro envase aún más pequeño, con cuyo líquido baño el pañuelo.
-Toma- le dijo extendiéndole el pañuelo – Es agua con hidróxido de aluminio. Hará que pasen los efectos del gas pimienta. Tus ojos estarán rojo por otro rato, pero al menos ya no te arderán.
El cantante tomó el pañuelo y se lo colocó en los ojos por unos segundos; rápidamente, el compuesto comenzó a actuar y el ardor se fue haciendo más tenue.
-¿Qué quieres Massimilliano? – dijo después de unos minutos – ¿Qué haces aquí?
-Quiero… Necesito – titubeó – Necesito tu ayuda.
-¿En qué problema estás metido ahora?
-Ninguno, he limpiado todos mis rastros. Pero necesito dinero.
-¿Dinero? – dijo el músico con tono de indignación - ¿Eso es todo? ¿Dinero? ¿Para eso me seguiste? ¿Para pedirme dinero?
-No es TU DINERO lo que necesito – recalcó esas palabras – Hay un objeto muy valioso que me pertenece y lo voy a vender.
-Tú no tienes ningún objeto valioso que te pertenezca Massimilliano. Eres un ladrón.
Brini bajo su cara y luego la levantó con una leve sonrisa.
-Para ti soy un “Ladrón”; para otros soy un “Artista”, un “Genio”. En fin, debo vender ese objeto en el mercado negro; el problema es que ese objeto no lo tengo conmigo.
-¿Y qué tengo yo que ver en eso?
-Mucho, amigo mío. Ese objeto, valiosísimo, lo tienes tú.
El cantante abrió tamaños ojos sin comprender, por lo que Brini continúo.
-¿Recuerdas tu fiesta de cumpleaños el año pasado? Fue una fiesta privada muy lujosa y exclusiva con todos tus amigos…aunque yo no fui invitado…eso lo comprendo. Recibiste muchos regalos, entre ellos uno que llegó directamente de Alemania de parte de una admiradora llamada Margarita de Sajonia. ¿Recuerdas?
-Sí – contestó – Dijeron que era una mujer muy rica. Me envió una réplica de una estatua del Rey David… Espera… No había ninguna admiradora ¿verdad? No me digas que tú enviaste esa escultura…
-¡Bravo! – dijo Brini – Aún tienes el “toque deductivo”.
- De todas formas – dijo el músico sin parecer decepcionado – es una réplica. La original fue robada hace años en Italia. Pero la recuperaron el año pasado.
-Error, mi amigo – Massimo cruzo los brazos con aire triunfal - Recuperaron la réplica. La original la tienes tu, supongo que en un lugar muy especial de tu casa.
No podía creer lo que Massimo le decía.
-¡Estas mintiendo! Conozco la historia de esa escultura.
En 1979 del ábside de la Catedral de Parma fue robada una hermosa estatua de Marmol del año 1488 que representaba al Rey David, con un valor estimado en unos 750.000 Euros. El obispo del lugar ya había perdido las esperanzas de recuperarla, sin embargo, en un fuerte operativo llevado a cabo por el “Arma dei Carabinieri, (Cuerpo de Seguridad del Estado Italiano), lograron, a principios del año 2011, recuperar cerca de tres mil obras de arte que habían sido robadas y vendidas en el mercado negro de antigüedades, entre las que se encontraba la hermosa imagen del insigne Rey David, o por lo menos, eso fue lo que reseñaron los periódicos.
Massimilliano Brini estaba etiquetado por la Interpol como uno de los ladrones de obras de arte más buscados. Conocía bien su negocio, y nunca habían logrado atraparle. Provenía de una familia italiana de clase media. Estudió en buenos colegios, pero su orgullo y soledad le hicieron desviarse del buen camino, y su amor por las artes se volvió una obsesión. En 2010 encontró la famosa estatua robada del Rey David en la capilla privada de un extravagante millonario griego. Reconoció en ella la pieza original. Le hizo seguimiento durante casi tres meses, descubriendo, que el acaudalado propietario la había comprado clandestinamente hacía cinco años atrás. El cómo logró sustraer la obra de arte del recinto era un secreto que Brini tenía muy bien guardado.
-La única historia que conoces es la que contaron los medios – dijo Brini – Recuperé la estatua, pero debía encontrar un lugar seguro para guardarla y… tu cumpleaños estaba cerca y…
El cantante lo miró con furia.
-¡Me hiciste cómplice de tus fechorías! ¡Maldito seas!
-Entiendo tu disgusto, - Brini hablaba con voz calmada – pero fue una medida desesperada, y te lo agradezco de veras. Pero necesito que, cuando regreses a casa me devuelvas la escultura. No debes hacer nada. Yo mismo iré por ella y nadie lo sabrá.
-Eres un cínico – se levantó de golpe, tomó su bolso de mano comenzó a caminar retomando su rumbo - ¿Sabes qué? Puedes hacer lo que quieras. Puedes ir ahora mismo y llevarte esa basura. Tengo otros asuntos que resolver – Miró su reloj, se estaba haciendo tarde.
-¿Asuntos como cuáles? ¿Escapar del “Matapájaros”?
El cantante se volvió y se acercó enfrentándolo.
-¿Qué sabes tú de eso?
-Lo mismo que tú – dijo Brini con tranquilidad – Todo lo que te ha dicho la policía de Vancouver es cierto. Desde que llegue aquí tengo intervenidas las líneas de los principales agentes. Tenía que hacerlo, la Interpol aún me está buscando.
-Yo debería entregarte ahora mismo, pero no lo haré, tú mismo deberás hacerlo. Confío en que te des cuenta del mal camino que elegiste. Si continúas así acabarán matándote.
- Yo ya estoy condenado – dijo Brini con voz melancólica – Ya es tarde para mí. Así que haré lo que siempre hago: seguir adelante.
-Pues te deseo buena suerte – acto seguido le dio la espalda y se alejó de allí camino al aeropuerto.
Atrás quedo un pensativo Massimilliano Brini, quien dijo para sí con preocupación:
-Tú eres quien necesitará “Buena Suerte”, amigo mío.
* * *
Tal y como Roberto Vázquez había anunciado, el Aeropuerto de Vancouver era un completo caos. Pareciera que todos sus habitantes pretendían abandonar la ciudad. El personal adscrito a las aerolíneas no se daba a basto, y aunque todo estaba muy bien organizado, los viajeros estaban comenzando a desesperarse debido al stress y al ruido.
Urs Bühler fue el primero en llegar al aeropuerto. Caminaba con la cabeza baja, aunque era imposible que le reconociesen con aquella sudadera y lentes oscuros. Por haber salido de tercero seguramente sus compañeros ya estaban allí, por lo que apeló al manos libres, llamó a Miller, pero no contestó, luego a Izambard y tampoco respondió. Luego llamó a Marín pero el servidor le indicaba que el suscriptor no podía ser localizado; eso le preocupó, pero no había tiempo que perder. Intentando mantener la calma, revisó los avisos de vuelos, y los próximos destinos disponibles eran Londres, New York y Roma.
Londres, por supuesto, ni en sueños por ahora, New York estaba muy cercano, por lo que consideró que Roma era la opción más viable, además, se le acababa de ocurrir una idea.
No podía comprar los cuatro pasajes si no tenía los pasaportes de los demás, por lo que comenzó a alzar la cabeza buscándolos, sin embargo, alguien lo encontró a él.
-¿Buscas a alguien?
- ¡Maldición! ¡Carlos! – dijo sobresaltado, pero un profundo alivio lo invadió – Ya me tenias preocupado. Te llamé pero tu celular decía que no se podía localizar.
-Me quedé sin batería. ¿Qué sabes de los demás?
-Nada. Estaba viendo los próximos vuelos. Un avión sale para Roma en una hora; debemos darnos prisa.
-Vale – dijo Marín- localicemos a los demás.
El español comenzó a llamar a Izambard a su celular, pero no contestaba, lo mismo que Miller, a quien Bühler telefoneaba, de repente, el teléfono del americano se activó.
-¡David! ¿Dónde estás? – Miller no contestaba – ¡David!
Marín y Bühler se miraron preocupados.
-¡David responde!- insistía Bühler - ¿Estás ahí?
- Urs, tú crees que… - Marín temía lo peor.
De repente Bühler puso sus ojos en blanco
-“Helvético” a “Ojos Azules” – dijo el suizo - ¿Me copias “Ojos Azules”?
-“Fuerte y claro “Helvetico” jajajaja” – dijo Miller mofándose a través del auricular – “Pensé que nunca lo dirías Urs, Jajajajaja”
- ¡Eres un perfecto idiota David Miller! – le dijo Bühler bastante molesto, mucho más cuando vio a Marín reírse de él a carcajadas - ¡Madura de una maldita vez!
- ¿”Helvetico”? jajajaja- reía Marín
- Estamos frente a las taquillas de Alitalia – le dijo Bühler a Miller - Ven rápido.
- “Voy para allá”
-Con que “Helvetico”- Marín continuaba riéndose – Supongo que también hay una contraseña…
- Dejarás de reírte, Carlitos, cuando te diga el nombre clave que “Ojos Azules” te colocó – Bühler mintió, pero no importaba, ya que la sonrisa del español se borro en el acto, al solo pensar en la supuesta ocurrencia de Miller.
No pasaron dos minutos cuando Miller se reunió con ellos. Solo faltaba Izambard, pero este no se veía por ningún lado y tampoco respondía el teléfono. Pasaron cinco minutos, luego diez… Nada. El tiempo pasaba y los viajeros comenzaban a llegar por decenas a comprar los preciados pasajes a Roma.
-¿Creen que le ocurrió algo? – preguntó Bühler
- ¿Creen que ese lunático fue tras él?
- Ese maldito nos estaba vigilando – dijo Miller – No me extrañaría. Pudimos haber sido cualquiera de los cuatro.
- Caballeros – dijo Marín aparentando sangre fría – Sebastien conocía los riegos. Y acordamos subir al avión los que estemos presentes, incluso si lograra llegar uno solo.
- Carlos, no vamos abandonar a Seb – la voz de Bühler era decidida.
- No tenemos alternativa, él mismo fue quien insistió en ello – Era cierto, cuando aún se encontraban en el Hotel, Izambard insistió repetidas veces en que, si alguien no lograba llegar al aeropuerto, los demás debían continuar, así fuera uno solo.
- Esta bien caballeros – la voz de Miller se quebró - ¡Vamonos!
Ninguno de los tres se movió.
-Bien, esto es lo que haremos – Marín no lo pensó dos veces al decirlo – Vamos a recorrer todo el aeropuerto y saldremos en la dirección oeste buscando el recorrido que pudo haber hecho Sebastien…
-¿Escuche mi nombre por aca? – La voz de Izambard se escuchó a sus espaldas
-¡Seb! –dijeron al unísono
-¡Gracias al cielo!
-¿Dónde carajo estabas?
-¡Nos tenias asustados! ¿Qué te pasó?
Los tres abrazaron a su compañero, habían temido por él.
-Lo siento pero – dijo el francés – me… me perdí. Tome la ruta equivocada, esta ciudad es más grande de lo que creía.
- No hay tiempo. Saquen sus pasaportes, debemos obtener esos pasajes.
Había muchísima gente intentando comprar boletos hacia la capital italiana. Siete años caminando con escoltas en los terminales aéreos les habían hecho desacostumbrarse a los tumultos, sin embargo, era eso o nada. Se colocaron a un extremo de la fila y aprovecharon los forcejeos de los presentes para adentrarse más e ir avanzando hasta los primeros lugares; no fue fácil, pero al cabo de unos minutos llegaron hasta el frente de la representante de la aerolínea, ante la mirada sorpresiva y molesta de aquellos que, aunque habían respetado el orden de llegada aún estaban en la última fila.
Cuatro pasajes les fueron vendidos…en clase turista. Pero era eso o el plan B, pero bajo ningún concepto debían volver a Londres. De inmediato se dirigieron a la sala de embarque, todo estaba marchando bien, chequearon en sala y abordaron el avión.
Si el aeropuerto era un caos, la clase turista de aquel avión parecía una guardería aérea. Niños saltaban de un asiento a otro o corrían por el pasillo del avión. Izambard y Marín los miraban divertidos, Miller en cambio ya tenía dolor de cabeza por tantos chillidos.
-¡Dios!, ¿Así será durante todo el vuelo?
-Relájate David. – le dijo Bühler - Espera a que tengas hijos, y pensarás distinto.
Miller observó al suizo quien aún no se había quitado los lentes oscuros.
-Aquí dentro del avión ya se ocultó el sol Urs – con un rápido movimiento le arrancó a Bühler los lentes – Siempre me gustaron esto lentes Web… ¿Eh? ¡Rayos Urs! ¡Qué te pasó en los ojos?
Bühler tenía los ojos completamente enrojecidos. Respiró profundo y tomo sus lentes de las manos de Miller y se los volvió a colocar.
-Tenías razón cuando dijiste que toda la manzana del hotel estaba llena de esporas. –respondió- Pude salvar mis pulmones pero mis ojos no tuvieron mucha suerte.
-Pero … pensé que los lentes te habían protegido.
Bühler inclinó su asiento, y cubrió su cabeza con el pequeño cojín que estaba en su puesto.
-No fastidies David.
El avión despegó y se elevó en el cielo como una pluma. Lo habían logrado, estaban a salvo. Nadie sabía que se dirigían a Italia. Sarah, René y los niños estaban seguros. Al llegar llamarían a Simon Cowell y planificarían bien un plan de contingencia.
En tierra, en el aeropuerto de Vancouver, una camioneta de la policía se detuvo bruscamente en la entrada dejando sonar los neumáticos. Varios agentes policiales bajaron presurosos y se adentraron en veloz carrera al interior del edificio inundado de gente. El sargento Paul Mason bajó de un segundo vehículo y alzo su vista al cielo al escuchar el estruendo producido por un avión de Alitalia que acababa de despegar. Viró su vista a uno de los extremos de la segunda torre y divisó a un cuervo que alzaba su vuelo perdiéndose luego en la lejanía. Mason respiró profundo y dijo
-Esto aún no ha terminado.
CONTINUARA
Estoy segura que surgieron muchas dudas!! jajajaja
Me encantaría que en sus comentarios, indicaran, según ustedes, quién es el Divo que es amigo de Massimilliano Brini, y que les llevó a esa conclusión. ¡Juguemos!!! jajaja
Las quiero mucho!!!
Samanatha Katherina*
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